miércoles, 22 de julio de 2015

El muñeco

Oye, perdona, querido podemita, sin ánimo de violentar tu tiempo de ocio, quisiera yo decirte: qué escaso de emoción debes andar cuando mirando un paso de Semana Santa, porteado por horquilleros o costaleros, en sus andas, simplemente, ves un muñeco. Qué pobre debe ser tu vida cuando lo que ves es algo tan alejado de lo que miras. Oye, recícla tu mente, creo que no te vendría mal. No, no porque te pida que creas, Dios me libre. Eso no te lo puedo pedir, porque es a tí a quien compete decidir sobre algo tan íntimo. Pero si te pediría que respetes lo que allí vemos muchos, encima de un paso, aportando al alma propia, porque queremos que nos aporte. Es más, lo deseamos. Y lo exhibimos sin complejos. 

Y tú, que solo ves por allí a un muñeco anclado, sigue tu camino, pero no interrumpas el nuestro. Ah, perdona, si acaso ves que cuando insistes en ridiculizar nuestra devota mirada no te hacemos caso, y seguimos mirando allí para ver al hijo de Dios, o a la Madre de Cristo, o las páginas de su sufrimiento en vida hechas obras de arte, déjanos por imposible. No tenemos apaño.Y no temas, sabemos bien andar nuestro camino sin tí, aunque dispuestos estamos siempre a hacerlo contigo.

Que no, que no es tu moda la que yo pido. Se que la ola es favorable a los que piensan como tú, pero no me pidas que me ausente, como tú, de mi mirada, de lo que yo veo, porque quiero verlo, y porque es mi derecho mirar, y ver allí a Dios, y a la Virgen María consigo. Lo es para mí. Aunque tú, simplemente, veas un muñeco.