jueves, 25 de junio de 2015

Andalucía imparable, al máximo


Andalucía, imparable, al máximo. Éramos la leche, la unidad de destino del común del progresismo. Se empolló por entonces la teoría de que aquí, en las tierras del Sur de España, pusieran al candidato que pusieran para presidir o gobernar, daba igual, era lo mismo. La victoria estaba asegurada. Hoy vemos por qué, aunque siempre se atisbaba la respuesta a ese porqué, la verdad. 

El "régimen" va a juicio, nada menos que con dos ex presidentes en la tángana, un ex vicepresidente y un ex consejero, de momento. Y con ellos, todo un proceder de décadas usadas para repartír la dádiva y el votemeusted a cambio, con el que los de siempre, el muy próspero Partido Socialista Obrero Español dedicaba el presupuesto público a la ganancia en urnas, al bloqueo de cualquier alternativa opositora, de camino y de paso. 

Toma: tres para tí, dos conmigo, y uno para él. Y sumaban cinco a repartir, si repartían. Era el tres per cent andalú.

Manejaban el Consejo de Gobierno, el BOJA, y miles y miles de funcionarios que se encantaban de verse cada mañana y cada tarde. Todos no, que algunos hubo que dieron con el truco del encantador electoral progresí, quienes dijeron que ya estaba bien de "cebar y cebar" el presupuesto para que no les faltara. Y lo denunciaron.  Pero seguían, y seguían... gobernando, disponiendo, mandando. 

Que le pregunten a Zarrías. Eso de mandar a él le molaba mazo. Decía que era del Atleti, para despistar lo decía, sin duda, porque él lo que era de verdad lo sabía bien quien lo conocía. El virrey andaluz, el hacedor del plan y el conseguidor de los planes. Pero no planes de empleo, ni de industrias afines a la creación del empleo, no. Lo suyo era cultivar el voto entre los del desempleo. Cuantos más desempleados, más negocio electoral. Y así íbamos, y hoy seguimos yendo. 

Él era el conseguidor del cortijo. Él, absoluto disponedor y galán progresí de los buenos, pata negra oiga, afanaba su encanto entre taifa y taifa a fuerza de esquilmar del presupuesto público, doblando la esquina a lo legalmente previsto, de todo lo que hubiera de conocer como máximo hacedor del consejillo previo a cada Consejo de Gobierno.

Imparable, al máximo, sin duda. Gaspar, José Antonio y Manuel. Y alrededor de ellos, los demás, los que participaron del mismo enjuage progresí del presupuesto público, o los que, sencillamente, lamían los restos que dejaban en el plato los de más arriba. Todos a una, el régimen era así de dispuesto para lo suyo. 

Y, mientras tanto, la Andalucía que trabaja para que a ellos no les falte los impuestos con los que financiar sus trolas, esos que madrugan a diario porque quieren abrir caminos nuevos y puertas viejas, la que pretende subir el escalón que la aparta de la cola, se encuentra secuestrada por una serie de malos representantes políticos que hicieron de su actividad no una responsable forma de superar los problemas, sino una sustanciosa manera de impedir la alternancia política, y que aquí no hubiera en el gobierno autonómico nadie que no fueran ellos.

Los del régimen. A tope, imparables, al máximo. Esa Andalucía que hoy ven, y la ven con verguenza. Como yo, que andaluz soy como el que más, y que me averguenza. Claro que sí, que esto siga pasando en mi tierra.

Que digan los jueces lo que haya lugar, porque el pueblo ya lo ha dicho. Y muchas veces, además. Y así vamos, madrugando, sin parar, y ellos ahí siguen, imparables, al máximo. 


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