viernes, 6 de mayo de 2011

El fín del régimen

Eran los tiempos en los que el cuerno de la abundancia no paraba de manar dádivas y gratificaciones hacia los más afines. O generaba nuevos auxilios también, dedicados a convertir a los escépticos, sin ideología fija, pero afiliados al interés particular como estaban. Eran los tiempos del maná socialí, en el que todo aquel que se arrimaba al anagrama del puño y la rosa sacaba algo de provecho para sí, o para los suyos. Su hegemonía era un argumento convincente, y gallardeaban de su poder prepotentes, sobre todo porque desde la oposición no se atisbaba la fuerza suficiente como para llegar a poner en peligro este inmenso carro de dones y parabienes que escondía el régimen.

Quienes manejaban los resortes más amplios y fuertes del gobierno socialista de la época, al igual que hoy, tenían hermanos que abrían despacho para negociar las influencias. El impulso social del régimen fue posible por el generoso e interesado esfuerzo de quienes, a cambio de ayudar a consolidar el peso del PSOE, obtendría variados premios familiares en forma de bien pagados empleos de inusitado valor hoy en día.

Abrumados por la necesidad más que por la ideología, no dudaron en apegarse al régimen quienes también pusieron su trabajo al servicio de la tela de araña, y del conglomerado socialí, que ellos preveían eterno. El señuelo era una golosina, en forma de chanza prioritaria para encontrar currele, para sí, o para los más cercanos a sí mismo. Todos ganaban, pero si alguno perdía o cogía las de Villadiego con rumbo confuso, se le buscaba una buena compensación, para que no “largara”, y para que ellos no perdieran. Franco regalaba estancos, y estos regalaban generosas colocaciones a los adeptos.

Es la inmensa red tupida en torno al poder. Ahora, cuando se atisba el cambio sin remedio, salen a la luz los trapos sucios del entramado. Es ahora cuando quieren explicarse los que cabizbajos por la situación, emiten lágrimas de llanto por la hipocresía de estos gobernantes, porque ven cómo lo que para unos era una simple engañifa en forma de azucarillo, se ha convertido en una auténtica manta de billetes para los hijos e hijas de los jefes, con cuya influencia se hartan de abrir puertas, o de cerrarlas para el que no “participa”.

Se les desmorona el sistema. La gente ya no creen en ellos porque se atisba el fin del régimen: salen a la luz las historietas, las historiazas y los historiones, que aclaran hasta qué punto la sociedad andaluza ha estado dormitando sobre los engaños masivos cotidianos, como el de las prejubilaciones de falsos trabajadores en eres podridos.

Los “autoeres” de Chaves, las comisiones de un tal Iván, y la prepotencia con todos sus efectos secundarios, serán el epílogo a más de treinta años de usar el poder como un cortijo propio. Que ya está bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario