miércoles, 8 de diciembre de 2010

Arte callejero y vida perra



Si pinchas el enlace anterior, verás a este artista callejero expresarse, intentando llamar la atención de su escaso público con su forma de interpretar la música, creo que podemos ver en carne y hueso la metáfora de nuestra vida. En este mundo que construímos entre todos, pareciera que damos importancia a las cosas, solo cuando los demás las ven importantes, solo cuando la masa abunda en esa opción o en ese artista.

Ahí está Daniel Small, este indigente americano que hace de su arte un modo de vida, pero que no tiene el eco que da el seguimiento colectivo y masivo, la fuerza que le daría el eco de mucha gente que lo siguiera. Él no pide, ruega que le miren, pero que le compren también su autocopia en CD.

Su arte es equiparable al del mejor artista de soul que pudiéramos encontrar, pero no tiene la suerte de la masa que le adore, su soledad es su peor enemigo y su lucha es desigual con los que, sin cantar como él lo hace, encuentran en los focos, el glamour y la moda, la mejor excusa para hacer como que dicen algo, pero sabiendo que no dicen nada.

Esos artistuchos de medio pelo, que emponzoñan el mundo del arte, deberían de trabajar más la humildad del ser humano y convertirse a la verdad, porque con su mentira, igualan sus destinos a tanta gente buena que lo único que quiere, es disfrutar haciendo lo que más le va. La hipocresía, como destino final de nuestra vida, es un mal ejemplo para nuestros pequeños.

He creído oportuno reflexionar con Daniel Small, Geeche Dann, acerca de lo injusta que es la vida que nos damos, donde no siempre triunfa el que más vale.

Será porque las fechas que se acercan son proclives a ese sentimentalismo, pero yo sigo creyendo en el ser humano.

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